Siempre hay una bandeja de plata, encuéntrala
Siempre hay una bandeja de plata, encuéntrala
Como cualquier otro día laborable de la semana, fuimos en busca de un restaurante en el que comer un menú con opción para personas con celiaquía. Encontramos uno, de una conocida cadena, en la zona en la que estábamos ese día, porque no siempre nuestro trabajo nos permite frecuentar los mismos restaurantes. Entramos y después de un par de cambios de mesa, por indecisión nuestra, por no gustarnos las primeras elecciones, nos instalamos muy cómodamente en una mesa del piso superior, desde la que teníamos una visión de buena parte del restaurante.
Las sorpresas empezaron al decirle al camarero que una de nosotras es celíaca; a lo cual reaccionó de un modo inesperado; pareció que se encendiera una alarma secreta, una luz de neón parpadeante y muy luminosa. Retiraron el cubierto de la persona que sigue la dieta sin gluten; fuera platos y cubiertos, y aparecieron con una caja cerrada herméticamente que contenía cubiertos; la camarera, con guantes, la abrió e indicó a dicha persona que cogiera sus propios cubiertos, y así lo hizo con gran ilusión
Como era de esperar, estaba disponible una carta específica, por lo que las expectativas de disfrutar de una buena comida estaban garantizadas. No teníamos que pedir platos especiales como en otras ocasiones, estaba todo previsto.
Las sorpresas siguieron y seguimos sintiéndonos especiales. Apareció el camarero con una bandeja plateada con tapa incluida; la situación de nuestra mesa nos permitía verle a lo lejos, estábamos a la expectativa, habíamos pedido un simple pollo con patatas, eso sí uno de ellos con garantías de no sufrir una contaminación cruzada. Pensamos que esa bandeja plateada con tapa podía ser para otra de las mesas, pero no, se dirigió a la nuestra, levantó la tapa como si se tratara de un exquisito y delicado postre, y; ¡tachán! Apareció el pollo con patatas, limpio, sin gérmenes, sin polución, impoluto, sin una miga de pan escapada de alguna mesa, ni nada que lo pudiera contaminar.
No teníamos palabras para expresar como nos sentíamos, las dos mesas de nuestro alrededor nos miraban con curiosidad; debían preguntarse, ¿qué han pedido en esa mesa? A lo largo de la comida compartimos nuestra experiencia con los amables camareros que nos sirvieron. Nos explicaron que hacía unos años, desde la cadena habían iniciado un protocolo para tratar el tema de las intolerancias y alergias de los clientes, que se seguía al pie de la letra para asegurar que el producto llegaba a la mesa con garantías. Vimos de primera mano que se había trabajado con todo el equipo del restaurante la concienciación y la atención que requiere una situación de este tipo.
Porqué, quienes ponen en práctica en el día a día, las buenas ideas del departamento de atención al cliente, del de operaciones, del de marketing… son los camareros, los maîtres, los cocineros, en definitiva, todo el equipo del local, ya que el trato con el cliente está en todas partes, desde el que crea nuevos productos al que define nuevos protocolos de actuación, detrás de la barra, quien sirve las mesas, en la cocina…
Un buen trabajo en equipo permite dar un trato excelente al cliente, quien recuerda experiencias como esta que van más allá de un “pollo con patatas”, recuerda que los pequeños gestos pueden ser grandes recuerdos.